A Million Ways to Die in the West

60 bandas sonoras entre cine, televisión y videojuegos conforman la filmografía de uno de los mejores compositores de los últimos años: Joel McNeely. Aunque sus scores se suelen centrar en producciones familiares, McNeely siempre ha sido un autor cuyo ecléctico estilo le ha permitido adaptarse a todo tipo de películas o series. Durante los últimos años ha estado centrado en la elaboración de partituras para la factoría Disney pero, por desgracia, en su división de películas orientadas en la mayoría de los casos para una distribución televisiva o videográfica. Aún así, nos hemos encontrado con auténticas joyas como 'TinkerBell' (y sus continuaciones) o 'Cinderella III'. En todas estas bandas sonoras McNeely sigue demostrando a los aficionados que es un autor mayúsculo increíblemente menospreciado por la industria. Por fortuna, su amistad con el cómico Seth McFarlane le ha abierto de nuevo las puertas del Hollywood más comercial gracias a 'A million ways to dye in the West (Mil maneras de morder el polvo)', homenaje muy poco lúcido al western clásico. Como no podía ser de otra manera, el score se mueve entre el estilo de autores como Jerome Moross o Elmer Bernstein (en especial de este último), conformando una obra de gran espectacularidad llena de momentos brillantes. Las orquestaciones del propio autor junto a su colaborador habitual, David Slonaker, potencian el lado dinámico de la música llena de matices y aires más o menos enfáticos, remarcando el componente popular de la música de su país.
Lo mejor: el aire clásico de todos los temas, incluida la canción principal.
Lo peor: un tono quizás en exceso deudor del estilo Bernstein.